Desde
el punto de vista literario los libros de Samuel se ubican dentro de la
historia deuteronomista, y desde el ángulo del canon entre los libros
históricos. Se ubican entre el 1050 y el 970 a.C. Inicialmente era una sola
obra, pero luego fue divida en dos por su extensión. Se estima que la primera
elaboración dataría de los tiempos de Josías (639-609 a.C.), y que la redacción
definitiva habría tenido lugar al componerse la historia deuteronomista, esto
es durante el destierro, o poco después. La versión más antigua se encontró en
las cuevas de Qumrán, en un solo rollo que incluye los dos libros actuales.
Escrito en hebreo, pero parece que la división en dos libros la hicieron los
traductores griegos de la versión de los 70.
Los
libros de Samuel abarcan el período que va desde los orígenes de la monarquía
israelita hasta el final del reinado de David. La batalla de Afec, 1 Sam 4, se
sitúa hacia el 1050 a.C., ponía en peligro la existencia misma de Israel e
impuso la monarquía que aparece como un sistema de gobierno querido por Dios.
Comprenden desde el nacimiento de Samuel, último de los jueces, hasta el final
de la vida de David, y se pasa por un período en que las doce tribus tienen
líderes ocasionales hasta que se constituye un estado organizado con una
monarquía hereditaria y única, adoptando modelos de los países vecinos. Israel
vivió una difícil transición entre el sistema tribal a la instauración de un
estado monárquico. Dios aparece eligiendo primero a Samuel, y luego a los
reyes, rechaza a Saúl y favorece a David.
Los
protagonistas de los libros son Samuel, un profeta austero; Saúl, el primer rey
de Israel, y David, el elegido del Señor.
Salvo
el relato de la crónica de la sucesión del trono, 2 Sam 9-20, que forma una
unidad, el resto de la obra está compuesto por elementos y documentos
provenientes de diversas fuentes, lo que apareja repeticiones constantes, sobre
todo en el primer libro.
Así en 1 Sam 8,1-15,35 hay dos narraciones sobre
el mismo hecho, en este caso, la unción de Saúl como rey, quien primero contó
con el apoyo de Dios y del pueblo, pero luego ese apoyo le fue retirado, 1 Sam
15,10.
En
1 Sam 16,1-2 Sam 1,27, abundan los duplicados. Se explica dos veces como se
conocieron Saúl y David, dos atentados de Saúl contra la vida de David, dos
veces de verifica la popularidad de David, y en dos ocasiones se le promete
casarlo con la hija de Saúl. David es dos veces traicionado y dos veces perdona
a Saúl, y por último en dos
oportunidades se refugia en la casa de un príncipe filisteo de Gat.
Samuel
fue el guía espiritual de la nación en los días de la opresión filistea. Se le
caracteriza como sacerdote, profeta, juez y líder militar. Muy arraigado en las
tradiciones religiosas de Israel, defensor del orden establecido, lucha como
ninguno por mantener viva la fe en el Señor, estimulando al mismo tiempo el
fervor patriótico de los israelitas y la voluntad de resistir a la dominación
extranjera. Una vez que se instauró la realeza, apoya al sistema, pero siempre
afirmando que por encima de la autoridad del rey está la Palabra del Señor
manifestada por medio de sus profetas.
Saúl,
designado privadamente rey por Samuel, fue un rey guerrero. El pueblo después
lo aclama como su rey, 1 Sam 10, 17-27. Hacia el 1030 a.C. comienza la guerra
de liberación y los filisteos tienen que replegarse a sus fronteras. Pero la
violación de las leyes de la guerra santa, 1 Sam 13, 8-14, le provoca la
reprobación de Samuel. Saúl comienza entonces a perder prestigio, se vuelve
receloso y colérico. Y la primera víctima de sus celos es David contra quien
desata una encarnizada persecución. Así se debilita la monarquía naciente justo
cuando el peligro de los filisteos era mayor. Así fue que hacia el 1010 a.C. el
desastre de Gelboé marca el final trágico de Saúl, 1 Sam 31.
David,
joven, bello, pastor, virtuoso, músico, 1 Sam 16,23ss, vencedor de Goliat, 1
Sam 17, es ungido rey por Samuel por encargo de Yahvé, 1 Sam 16,12-13, y restaura el reino que estaba en
desintegración. La mayor de sus hazañas fue ganarse la adhesión de todas las
tribus de Israel 2 Sam 2, 1-4.2 Sam 5, 1-4, convirtiéndose en rey de Judá y de
Israel. Los filisteos fueron rechazados definitivamente y las plazas fuertes
cananeas quedaron sometidas al dominio israelita, lográndose la unidad
territorial. Después de la conquista de Jerusalén, 2 Sam 5, 6-10, el reino
davídico tuvo su capital política y religiosa; Jerusalén se convirtió en el
centro religioso con el traslado del Arca de Yahvé, 2 Sam 6, 12-23; y las
victorias de David sobre los pueblos vecinos aseguraron su dominio sobre la
Transjordania y sobre los arameos de la Siria meridional. Pero la unidad no
llegó realmente a consolidarse. La revuelta de Absalón, apoyada por las tribus
del norte, puso en peligro la estabilidad del reino apenas constituido. A pesar
de todo, David deja al final a su hijo Salomón un reino lleno de gloria y
grandeza para la época.
Estos
libros son importantes para la historia de Israel porque en ellos se percibe la
evolución de la política israelita. Aparece aceptado por Dios el cambio que el
pueblo elige del régimen de los jueces a la monarquía, lo que fue trascendente
para ganarse un lugar reconocido entre los pueblos vecinos. Y a los personajes
se les muestra como son, incluso con sus perfiles de abusadores del poder.
Un
matiz que se destaca es que Dios es fiel a su alianza después de entregarle al
pueblo elegido la tierra prometida, pero deja que los hombres labren su propia
historia. Y eso abre a muchas preguntas. Y también permite ver que en nuestra
historia actual existen problemas similares en el orden político y en el
corazón humano, y que las tentaciones inherentes al ejercicio del poder son una
constante histórica.
Una
vida compleja la de David, hombre contradictorio, gran líder y militar, muestra
su piedad en diversas ocasiones, afectivamente disperso y vulnerable,
relacionado con varias mujeres de las que tuvo hijos, perdonó y se arrepintió
de sus pecados, y como los patriarcas, muere alabando a Dios. Se le tiene como
un prototipo del Mesías. Como Jesús, ascendió al monte de los Olivos con la
cabeza cubierta y descalzo para orar, sus vestiduras rasgadas y cubierto de
polvo, 2 Sam 15, 30-32. Jesús en el monte de los Olivos cae a tierra y ora, Mc
14,35.


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