jueves, 12 de noviembre de 2015

Libros de los Reyes

Los libros de los Reyes continúan el relato de la etapa monárquica iniciado en los de Samuel. Comienzan con el reinado de Salomón, que fue el período de más fulgor de la monarquía, y llega hasta el momento en que el pueblo elegido vive el drama de la caída de Jerusalén, el fin de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia. Pertenecen a los libros históricos y se registran dentro de la historia deuteronómica.
Ambos libros forman una unidad. La división se lleva a cabo al ser traducidos al griego en la Biblia de los Setenta, donde llevaban el nombre de tercer y cuarto libro, los dos primeros eran los de Samuel. San Jerónimo es quien, siguiendo la tradición hebrea, los llamó Libros de los Reyes.
Se considera que fueron redactados cuando todavía estaba muy vivo ese suceso de la deportación, y que habría sido escrito en Palestina o en Babilonia, alrededor del siglo VI a.C,. El relato de los hechos no tiene tanta trascendencia cuanto la enseñanza que se extraiga. Es como que en todo el discurso está implícita la pregunta ¿por qué el Señor ha rechazado a su pueblo y lo entregó a los paganos? ¿Habrá remedio para esta catástrofe?
Vayamos a los libros. A la muerte de David debía sucederle su hijo primogénito Adonías, que contaba con el apoyo de Joab, el jefe del ejército, y del sacerdote Abistar. Pero como resultado de intrigas palaciegas lo sucedió su hijo Salomón, que inmediatamente hizo morir a su hermano Adonías y a Joab. Al sacerdote Abistar lo desterró y puso en su lugar a Sadok, 1 Rey 1-2.
Se narran largamente las bondades del reinado de Salomón en 1Rey 3-11, destacando su sabiduría, las construcciones, en especial el Templo de Jerusalén y el palacio, su política interior y exterior, sus actividades comerciales, sus abundantes riquezas y el mobiliario. Para hacer estas obras esclavizó a los cananeos y sometió a trabajos forzados a miles de israelitas, a la par que les aplicó fuertes impuestos. De estos capítulos destacamos que en 1Rey 3, 1628 se encuentra el relato del famoso juicio de Salomón cuando se presentan las dos prostitutas que habían parido sendos hijos, y al morir uno de ellos, su madre lo cambió por el que estaba vivo. Para determinar quién era la verdadera madre, el rey manda que con una espada se parta al niño en dos mitades, una para cada mujer, ante lo cual, la madre del niño vivo suplicó que no lo maten que se lo entreguen a la otra mujer, sentenciando el rey que la mujer que obró así es la verdadera madre; y el pueblo cobro respeto al rey “al ver que dentro de él había una sabiduría divina con la que hacer justicia”. Hoy los estudiosos consideran que no es un hecho real sino una “leyenda real” que se añade para que el rey alcance consideración y respeto entre sus súbditos y vecinos.
Lo que también hay que resaltar es que en ocasión del traslado del arca de la alianza de Yahvé al Templo, Salomón pronuncia una oración en la que dice a Yahvé: “he querido erigirte una morada principesca, un lugar donde habites para siempre”, 1Rey 8,13.Se advierte la intención de apresar a Yahvé en el Templo, error que después corregirá en el v.27 donde aclara que lo que habitará será el nombre de Yahvé pero no Yahvé.  En ese contexto expone lo que se denomina la “teología del templo”, 1Rey 8, 14-9, 9. En síntesis, Yavhé es fiel a la alianza y protege al pueblo, a condición de que éste le sea fiel.
La mujeres que tenía como esposas y concubinas eran extranjeras que vinieron y siguiendo dando culto a sus dioses, Salomón las siguió en esto e incluso construyó santuarios a otros dioses, lo que motiva la reprobación de Yahvé y la sentencia de que le quitará el reino, y lo llevará a cabo cuando esté en manos de su hijo sucesor, 1 Rey 11, a quien le dejará una sola tribu en atención a David.
Se produce la rebelión de Jeroboán que intenta llevar ejecutar la condena de Yahvé, pero Salomón lo quiso matar y huyó a Egipto, hasta la muerte de Salomón, 1Rey 11, 26-43.
Al morir Salomón le sucede Roboán, su hijo, que grava aún más al pueblo, lo que no es aceptado por las tribus del norte. De allí que en el 931 a.C. se divide el reino en dos: el reino del sur o de Judá, con capital en Jerusalén, fieles a la dinastía davídica; y el reino del norte o Israel, con capital primero en Tirsa y luego en Samaría, con reyes que no descienden de David.
Jeroboán es elegido rey de Israel, y en Betel y Dan erige santuarios con becerros de oro para evitar que la gente vaya al Templo de Jerusalén. Roboán también construyo lugares de culto para otros dioses. Hubo guerras incesantes entre ellos 1 Re 14, 30. A sus muertes, les suceden como reyes sus hijos.
Sesenta años después está reinando Ajab en Israel (874-853 a.C.). Tres capítulos 17-19 se dedican al profeta Elías. El “ciclo de Elias” está marcado por dos episodios, el de la sequía, 1Rey 17-18, y el del monte Horeb, 1Rey 19. En el primero, Elías dice a Ajb que mientras él (Elías) no lo diga “no caerá ni rocío ni lluvia durante estos años”. Esto lo hizo porque sabía que confrontaría con los profetas de Baal respecto de quién era el verdadero Dios. El episodio es conocido: se trataba de poner un leño bajo un carnero y orar cada uno a su dios, la divinidad que prendiera el fuego era Dios. Yahvé prendió fuego. Los de Baal derrotados, fueron muertos. Después Elías oró y la lluvia cayó. En el segundo episodio, Elías huye al desierto al ser perseguido por la reina Jezabel, cansado se echa bajo una retama y pide a Dios morir, un ángel del Señor lo tocó y le dijo que se levante y coma; había alimentos junto a su cabecera; camino cuarenta noches y días, hasta llegar al Horeb, el monte de Dios. Se introduce en una cueva, y pasa Yahvé que le ordena que salga y se ponga de pie. En ese momento, hubo un huracán, luego un terremoto, y después fuego, pero Yahvé no estaba en ninguno de ellos. Vino una brisa suave  y Elías tapó su rostro con el manto, y escucha una voz que le pregunta qué hace ahí. Interpreta que es Yahvé, le responde que quedó sólo como profeta. Yahvé le ordena que vuelva atrás en el camino a Damasco y cuando llegue proceda a ungir como rey de Aram a Jazael, de Israel a Jehú, y como profeta sucesor suyo a Eliseo. Cuando partió de allí encontró a Eliseo, y le tiró el manto encima ungiéndolo como profeta sucesor suyo. Por último, el episodio de la viña de Nabot, 1Rey 21, según los estudiosos estaría extrapolado y en él aparece nuevamente Elías, pero sin las característica propias de este profeta.

El “ciclo de Eliseo” se extiende de 2Rey 2,1 a 9,1. Los relatos son de cuatro tipos: a) pequeños relatos dentro del marco de una comunidad de profetas: 2, 1-7; 2, 15-18; 4, 1-7; 4, 38-44; 6, 1-7; b) relatos mayores en los que representa un papel el criado de Eliseo (llamado Guejazí): 4, 8-37; 5, 1-27; 6, 8-23; c) relatos de guerras en las que interviene Eliseo: 3, 4-27; 6, 24-7,20; 13, 14-19; intervenciones en la vida política de Israel o de Aram: 8, 1-15; 9, 1-10, en los que Eliseo cumple las misiones confiadas a Elías en 1Rey 19,5. Eliseo es generalmente nombrado como el “hombre de Dios”. La importancia de Eliseo es que es como sucesor de Elías, está encargado de pronunciar y ejecutar la condena de Ajab y sus hijos. Y, por otra parte, es salvador y bienhechor de Israel y de algunos extranjeros. Y Eliseo está en contacto con la gente del pueblo, y la bendice continuamente, es un agente pastoral de primer nivel.
En orden a la sucesión de los reyes, cabe señalar que en Judá se mantiene la forma hereditaria de la estirpe de David, mientras que en el reino del norte cada rey llega por su cuenta a serlo. Entre los reyes de Judá se destacaron Joás, mientras que Israel se fue debilitando y al conquistar los asirios a Samaría repoblaron con extranjeros el reino del norte.  2Rey 18, 1-25-30 contiene la historia de Judá tras la caída del reino del norte hasta la toma y saqueo de Jerusalén por Nabucodonosor. Se puntualiza la reforma religiosa de Ezequías y la milagrosa liberación de Jerusalén del ataque de Senaquerib, el asirio. Los sucesores del rey Ezequías volvieron a la idolatría, especialmente Manasés. El rey Josías realiza una nueva reforma religiosa, pero sus sucesores vuelven a la idolatría. Yahvé castigó a Judá y Jerusalén fue dos veces saqueada por Nabucodonosor, rey de Babilonia. En Judá quedó un gobernante, y Jeconías, rey de Judá deportado experimentó un trato favorable, y de ese modo siguió la estirpe de David, aunque en el destierro.


Una lección importante de esos libros, es que sin conversión real, permanente y profunda de todo el pueblo, no hay porvenir. Dios sigue actuando en la historia, pero hay que escucharle y observar sus mandatos. En el fondo, de esto se trata toda la historia según la visión cristiana.


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