Los
libros de los Reyes continúan el relato de la etapa monárquica iniciado en los
de Samuel. Comienzan con el reinado de Salomón, que fue el período de más
fulgor de la monarquía, y llega hasta el momento en que el pueblo elegido vive
el drama de la caída de Jerusalén, el fin de la dinastía davídica y la
deportación a Babilonia. Pertenecen a los libros históricos y se registran
dentro de la historia deuteronómica.
Ambos
libros forman una unidad. La división se lleva a cabo al ser traducidos al
griego en la Biblia de los Setenta, donde llevaban el nombre de tercer y cuarto
libro, los dos primeros eran los de Samuel. San Jerónimo es quien, siguiendo la
tradición hebrea, los llamó Libros de los Reyes.
Se
considera que fueron redactados cuando todavía estaba muy vivo ese suceso de la
deportación, y que habría sido escrito en Palestina o en Babilonia, alrededor
del siglo VI a.C,. El relato de los hechos no tiene tanta trascendencia cuanto
la enseñanza que se extraiga. Es como que en todo el discurso está implícita la
pregunta ¿por qué el Señor ha rechazado a su pueblo y lo entregó a los paganos?
¿Habrá remedio para esta catástrofe?
Vayamos
a los libros. A la muerte de David debía sucederle su hijo primogénito Adonías,
que contaba con el apoyo de Joab, el jefe del ejército, y del sacerdote
Abistar. Pero como resultado de intrigas palaciegas lo sucedió su hijo Salomón,
que inmediatamente hizo morir a su hermano Adonías y a Joab. Al sacerdote
Abistar lo desterró y puso en su lugar a Sadok, 1 Rey 1-2.
Se
narran largamente las bondades del reinado de Salomón en 1Rey 3-11, destacando
su sabiduría, las construcciones, en especial el Templo de Jerusalén y el
palacio, su política interior y exterior, sus actividades comerciales, sus
abundantes riquezas y el mobiliario. Para hacer estas obras esclavizó a los
cananeos y sometió a trabajos forzados a miles de israelitas, a la par que les
aplicó fuertes impuestos. De estos capítulos destacamos que en 1Rey 3, 1628 se
encuentra el relato del famoso juicio de Salomón cuando se presentan las dos
prostitutas que habían parido sendos hijos, y al morir uno de ellos, su madre
lo cambió por el que estaba vivo. Para determinar quién era la verdadera madre,
el rey manda que con una espada se parta al niño en dos mitades, una para cada
mujer, ante lo cual, la madre del niño vivo suplicó que no lo maten que se lo
entreguen a la otra mujer, sentenciando el rey que la mujer que obró así es la
verdadera madre; y el pueblo cobro respeto al rey “al ver que dentro de él había
una sabiduría divina con la que hacer justicia”. Hoy los estudiosos consideran
que no es un hecho real sino una “leyenda real” que se añade para que el rey
alcance consideración y respeto entre sus súbditos y vecinos.
Lo
que también hay que resaltar es que en ocasión del traslado del arca de la
alianza de Yahvé al Templo, Salomón pronuncia una oración en la que dice a
Yahvé: “he querido erigirte una morada principesca, un lugar donde habites para
siempre”, 1Rey 8,13.Se advierte la intención de apresar a Yahvé en el Templo,
error que después corregirá en el v.27 donde aclara que lo que habitará será el
nombre de Yahvé pero no Yahvé. En ese
contexto expone lo que se denomina la “teología del templo”, 1Rey 8, 14-9, 9.
En síntesis, Yavhé es fiel a la alianza y protege al pueblo, a condición de que
éste le sea fiel.
La
mujeres que tenía como esposas y concubinas eran extranjeras que vinieron y
siguiendo dando culto a sus dioses, Salomón las siguió en esto e incluso
construyó santuarios a otros dioses, lo que motiva la reprobación de Yahvé y la
sentencia de que le quitará el reino, y lo llevará a cabo cuando esté en manos
de su hijo sucesor, 1 Rey 11, a quien le dejará una sola tribu en atención a
David.
Se
produce la rebelión de Jeroboán que intenta llevar ejecutar la condena de
Yahvé, pero Salomón lo quiso matar y huyó a Egipto, hasta la muerte de Salomón,
1Rey 11, 26-43.
Al morir Salomón le
sucede Roboán, su hijo, que grava aún más al pueblo, lo que no es aceptado por
las tribus del norte. De allí que en el 931 a.C. se divide el reino en dos: el
reino del sur o de Judá, con capital en Jerusalén, fieles a la dinastía
davídica; y el reino del norte o Israel, con capital primero en Tirsa y luego
en Samaría, con reyes que no descienden de David.
Jeroboán
es elegido rey de Israel, y en Betel y Dan erige santuarios con becerros de oro
para evitar que la gente vaya al Templo de Jerusalén. Roboán también construyo
lugares de culto para otros dioses. Hubo guerras incesantes entre ellos 1 Re
14, 30. A sus muertes, les suceden como reyes sus hijos.
Sesenta
años después está reinando Ajab en Israel (874-853 a.C.). Tres capítulos 17-19
se dedican al profeta Elías. El “ciclo de Elias” está marcado por dos
episodios, el de la sequía, 1Rey 17-18, y el del monte Horeb, 1Rey 19. En el
primero, Elías dice a Ajb que mientras él (Elías) no lo diga “no caerá ni rocío
ni lluvia durante estos años”. Esto lo hizo porque sabía que confrontaría con
los profetas de Baal respecto de quién era el verdadero Dios. El episodio es
conocido: se trataba de poner un leño bajo un carnero y orar cada uno a su
dios, la divinidad que prendiera el fuego era Dios. Yahvé prendió fuego. Los de
Baal derrotados, fueron muertos. Después Elías oró y la lluvia cayó. En el
segundo episodio, Elías huye al desierto al ser perseguido por la reina
Jezabel, cansado se echa bajo una retama y pide a Dios morir, un ángel del
Señor lo tocó y le dijo que se levante y coma; había alimentos junto a su
cabecera; camino cuarenta noches y días, hasta llegar al Horeb, el monte de Dios.
Se introduce en una cueva, y pasa Yahvé que le ordena que salga y se ponga de
pie. En ese momento, hubo un huracán, luego un terremoto, y después fuego, pero
Yahvé no estaba en ninguno de ellos. Vino una brisa suave y Elías tapó su rostro con el manto, y
escucha una voz que le pregunta qué hace ahí. Interpreta que es Yahvé, le
responde que quedó sólo como profeta. Yahvé le ordena que vuelva atrás en el
camino a Damasco y cuando llegue proceda a ungir como rey de Aram a Jazael, de
Israel a Jehú, y como profeta sucesor suyo a Eliseo. Cuando partió de allí
encontró a Eliseo, y le tiró el manto encima ungiéndolo como profeta sucesor
suyo. Por último, el episodio de la viña de Nabot, 1Rey 21, según los
estudiosos estaría extrapolado y en él aparece nuevamente Elías, pero sin las
característica propias de este profeta.
El
“ciclo de Eliseo” se extiende de 2Rey 2,1 a 9,1. Los relatos son de cuatro
tipos: a) pequeños relatos dentro del marco de una comunidad de profetas: 2,
1-7; 2, 15-18; 4, 1-7; 4, 38-44; 6, 1-7; b) relatos mayores en los que
representa un papel el criado de Eliseo (llamado Guejazí): 4, 8-37; 5, 1-27; 6,
8-23; c) relatos de guerras en las que interviene Eliseo: 3, 4-27; 6, 24-7,20;
13, 14-19; intervenciones en la vida política de Israel o de Aram: 8, 1-15; 9,
1-10, en los que Eliseo cumple las misiones confiadas a Elías en 1Rey 19,5.
Eliseo es generalmente nombrado como el “hombre de Dios”. La importancia de
Eliseo es que es como sucesor de Elías, está encargado de pronunciar y ejecutar
la condena de Ajab y sus hijos. Y, por otra parte, es salvador y bienhechor de
Israel y de algunos extranjeros. Y Eliseo está en contacto con la gente del
pueblo, y la bendice continuamente, es un agente pastoral de primer nivel.
En
orden a la sucesión de los reyes, cabe señalar que en Judá se mantiene la forma
hereditaria de la estirpe de David, mientras que en el reino del norte cada rey
llega por su cuenta a serlo. Entre los reyes de Judá se destacaron Joás,
mientras que Israel se fue debilitando y al conquistar los asirios a Samaría
repoblaron con extranjeros el reino del norte.
2Rey 18, 1-25-30 contiene la historia de Judá tras la caída del reino
del norte hasta la toma y saqueo de Jerusalén por Nabucodonosor. Se puntualiza
la reforma religiosa de Ezequías y la milagrosa liberación de Jerusalén del
ataque de Senaquerib, el asirio. Los sucesores del rey Ezequías volvieron a la
idolatría, especialmente Manasés. El rey Josías realiza una nueva reforma
religiosa, pero sus sucesores vuelven a la idolatría. Yahvé castigó a Judá y
Jerusalén fue dos veces saqueada por Nabucodonosor, rey de Babilonia. En Judá
quedó un gobernante, y Jeconías, rey de Judá deportado experimentó un trato
favorable, y de ese modo siguió la estirpe de David, aunque en el destierro.
Una
lección importante de esos libros, es que sin conversión real, permanente y
profunda de todo el pueblo, no hay porvenir. Dios sigue actuando en la
historia, pero hay que escucharle y observar sus mandatos. En el fondo, de esto
se trata toda la historia según la visión cristiana.



No hay comentarios:
Publicar un comentario